Detrás de cada función escolar hay un esfuerzo meticuloso y poco visible que garantiza que cada detalle técnico —sonido, iluminación y escenografía— funcione a la perfección. El proceso comienza temprano en la mañana, con el montaje de micrófonos, focos y la programación de efectos de luz y sonido. Todo debe estar listo antes de que lleguen los primeros estudiantes, quienes, con su energía y curiosidad, transforman el teatro en un espacio lleno de vida.
Estas funciones, dirigidas a un público infantil y juvenil, requieren un enfoque especial. El uso de colores vibrantes, cambios dinámicos de iluminación y efectos de sonido impactantes no son solo elementos decorativos, sino herramientas esenciales para captar la atención de los más jóvenes y sumergirlos en la historia que se desarrolla en el escenario. La planificación técnica es, por tanto, un pilar fundamental para crear una experiencia teatral envolvente y memorable.

Uno de los aspectos más fascinantes de estas campañas es observar cómo el mismo espectáculo puede vivirse de maneras completamente distintas según el contexto. En las funciones familiares, los niños suelen mostrarse más tímidos y contenidos, quizás influenciados por la presencia de sus padres. Sin embargo, cuando acuden con sus compañeros de clase, se desinhiben, participan activamente y se dejan llevar por la magia del teatro. Esta dualidad en la reacción del público infantil es un recordatorio de cómo el entorno influye en la experiencia artística.
Pero sin duda, uno de los momentos más enriquecedores de estas campañas escolares es el coloquio que tiene lugar al final de la función, si el tiempo lo permite. En este espacio, los estudiantes tienen la oportunidad de interactuar con los actores, compartir sus impresiones, resolver dudas e incluso descubrir algunos secretos técnicos detrás del espectáculo. Estas conversaciones no solo fomentan su curiosidad por el mundo del teatro, sino que también les permiten apreciar el trabajo colectivo que hay detrás de cada producción.
Las campañas escolares no solo cumplen una función educativa al acercar el teatro a las aulas, sino que también revelan a los jóvenes espectadores que un espectáculo es mucho más que lo que ocurre en el escenario. Es una ventana a un universo de creatividad, esfuerzo y colaboración, donde cada detalle cuenta y donde el arte se convierte en una experiencia compartida que deja huella en quienes la viven.









